11 febrero, 2018 | 22:33 hrs.
Compartir en:
Share

Trump, Davos y el Estado de la Unión

Publicada en Diario Financiero, Febrero 2018

Las últimas semanas han sido muy movidas en Estados Unidos. La trama rusa, el debate sobre inmigración, su posible declaración ante Robert Mueller, y la publicación del libro Fire and Fury, han mantenido a la opinión pública tensa y ocupada.

Sin embargo, estos no han sido los únicos eventos relevantes. La presencia de Trump en Davos para el World Economic Forum, y su discurso sobre el Estado de la Unión, son elementos centrales para entender lo que está pasando en Estados Unidos versión 2018.

Muchos ponen el foco en la personalidad de Trump y olvidan ver otras cosas relevantes que están pasando en ese país.

Como se ha señalado insistentemente en la política norteamericana, parece que la opinión pública se ha tomado los dichos de Trump de forma literal (construcción del muro, por ejemplo), pero no lo ha tomado en serio (abordar el tema de la inmigración con otra estrategia), mientras que muchos votantes si tomaron sus palabras en serio, pero no de forma literal. Puede que en ese pequeño pero relevante matiz se explique parte de lo que está sucediendo en Estados Unidos.

La visita de Trump a Davos la semana pasada fue un hito relevante, porque es el primer presidente norteamericano en ir al foro desde Bill Clinton, y porque todo el mundo asumía que el proteccionismo de Trump limitaba su participación en instancias de este tipo. Trump fue a Davos, y dijo que Estados Unidos en primer lugar no significa que Estados Unidos esté solo o aislado. Significa dar prioridad a su desarrollo y crecimiento, a través de condiciones diferentes para el intercambio y el comercio.

El discurso del Estado de la Unión, pronunciado el día martes ante un Congreso con el que ha debido lidiar de forma difícil en este primer año, constituye también una pieza central de su agenda: reactivar la economía y generar un repunte en los empleos.

Para lograr estos objetivos, Trump ha promovido un conjunto de iniciativas -no todas con éxito- que han buscado dar un nuevo impulso a su país.

La fallida reforma al Obama Care fue concebida por los republicanos más como un plan de mejora en la política fiscal y el gasto público que un nuevo plan de salud.

La segunda herramienta fue la reforma tributaria, donde para muchos la administración Trump se anotó un triunfo político al aprobarla, y un posible triunfo programático dado que se espera un fuerte boom de inversión y crecimiento como consecuencia de su implementación.

Una tercera medida -muy interesante de observar para Chile- ha sido su reforma regulatoria. El criterio ha sido evitar exceso de regulación que afecte negativamente el desarrollo de los mercados y actividades. La regulación debe tener sentido y debe cuidar en no generar costos adicionales.

Por último, el anunciado -aunque poco conocido- plan de inversión en infraestructura, genera interés y expectativas sobre posibles inversiones y crecimiento para los próximos años.

Es difícil pretender asignar todos los resultados económicos a la gestión de un gobierno, pero tras un año de administración Trump los resultados parecen positivos: el mayor crecimiento económico en mucho tiempo, el menor nivel de desempleo en décadas, más de 2,4 millones de trabajos creados en un año segùn dijo Trump en su discurso, el menor nivel de desempleo histórico en minorías como afroamericanos o hispanos. En síntesis, la economía anda bien y se proyecta que seguirá esa senda.

Muchos hablan del Estados Unidos polarizado y dividido, pero cuidado con lecturas simplistas. Más allá del personaje y la figura presidencial, con todos sus problemas, escándalos y conflictos, existe un gobierno y una administración que tienen una agenda económica que está logrando resultados y que debe ser analizada con detención y sin prejuicios.