8 junio, 2010 | 11:09 hrs.
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No hay Binominal sin competencia

Ad portas del vigésimo aniversario de la instalación del sistema binominal en nuestro país, y como consecuencia de la llegada de Joaquín Lavín a la quinta región costa, ha vuelto a reflotar la discusión sobre la conveniencia de competir a todo evento en las duplas parlamentarias. Esto, bajo el argumento de que la decisión de competir pone el riesgo al partido afectado por el nuevo candidato. ¡Pero si de eso se trata en un sistema electoral binominal!
El sistema binominal ha resistido múltiples embates en sus dos décadas de vigencia, y ha logrado ser utilizado para seis procesos electorales (si contamos el que tendrá lugar este año). Los ataques han sido múltiples. El más tradicional argumenta que el mecanismo sobre representa a las grandes coaliciones, permitiendo que con un tercio de los votos se logre la mitad de los cupos, o bien, que con dos tercios de los votos se alcance la totalidad de los cargos.

Otra de las críticas clásicas es la supuesta exclusión que generaría para las minorías políticas, las cuales no habrían tenido representación parlamentaria en estos años. Pero pareciera que muchos olvidan que nadie priva a las minorías de pactar políticamente con las coaliciones, tal como posiblemente lo hará el Partido Comunista con la Concertación, legitimando de paso el sistema electoral.

Hay algunos que esperan demasiado de los sistemas electorales y en particular del binominal: esperan alta representación, alta participación, incluso esperan que el sistema electoral sea capaz de prevenir comportamientos como los reflejados en el comentado reportaje de televisión de la semana pasada.

La experiencia indica, sin embargo, que ningún sistema es perfecto o ideal. En ese sentido, el binominal es un sistema que ha aportado estabilidad y consistencia.

Pareciera razonable pensar que si los problemas del binominal fueran tan graves, éste ya habría sido modificado, como lo han sido la mayoría de las instituciones controversiales del gobierno militar. Sin embargo, y aún cuando en el discurso de los partidos de gobierno está el eslogan de modificar el binominal, la conducta de los parlamentarios no calza con la arenga. En efecto, los principales afectados por un cambio al sistema electoral son los parlamentarios en ejercicio, pues un nuevo sistema implica un cambio de incentivos, tal vez un cambio en la definición de los distritos y circunscripciones, y, posiblemente un cambio en los resultados. Por eso, es probable que los principales defensores del binominal sigan siendo los parlamentarios en ejercicio.

Pero además de estas críticas conceptuales al sistema binominal, ha surgido una nueva amenaza al sistema, y esta sí es preocupante. Bajo el argumento de minimizar roces al interior de las coaliciones y fomentar la unidad, se ha evitado en algunos casos la competencia total. Eso podría ser entendible si existiera un mecanismo obligatorio de primarias al interior de los bloques que hiciera que todos los candidatos pasaran de verdad por un proceso competitivo y de cara a los ciudadanos. Pero eso no sucede en nuestro sistema electoral actual.
La falta de primarias, sumada a este temor a la competencia en ciertos casos, ha llevado a que existieran en períodos anteriores parlamentarios prácticamente designados por los partidos, que no enfrentaron de verdad la competencia propia de un proceso electoral.
Para los partidarios de una economía de mercado, la competencia es una forma eficiente de asignar los recursos, tanto en los mercados tradicionales como en el mercado político. El riesgo que hoy enfrenta el binominal es ser desvirtuado si se opta por no competir y proteger a los incumbentes.

A falta de primarias obligatorias al interior de las coaliciones, el binominal exige competencia.

Diputado Ernesto Silva M (La Segunda) – 8 de junio 2010